Publicado en la Revista Setiembre-Octubre 2010
Pueblo del Libro: es aquel que:
- Lo tiene en un lugar físico muy especial, como en la biblioteca, o la mesa de luz… pero sólo como un valioso adorno.
- Hace juramentos y promesas (dentro y fuera del templo) en nombre de él… pero no lo abre ni lo lee para saber lo que dice dentro… y para guiarse por medio de él.
- Lo usa como “argumento” para defender y justificar sus propias teorías y razonamientos.
- Lo lleva y lo trae debajo del brazo; pero que no permite que su luz brille en sus hogares, en sus templos, en sus aulas, en su comunidad.
- Lo distribuye en diferentes formatos (para el bolsillo del caballero y la cartera de la dama) pero que no da forma a su estilo de vida por medio de él.
Pueblo de la Palabra: es aquel que:
- Abre ese libro y llena su vida de paz al saber que Dios es siempre el mismo: ayer, hoy y por siempre.
- Recibe con alegría y fe la noticia de que Dios mismo, se hizo hombre. Y como Dios hombre se ofrece a sí mismo para que tengamos un futuro diferente. Para que creamos que no todo termina en la muerte física, que hay algo más…
- Se reúne en torno de la Palabra (hogar, templos, comunidades) para que ella vaya transformándonos a la imagen de Jesucristo.
Camina con fe, confianza y esperanza en Aquel que se muestra en él.
¿Cuál es la propuesta? Ser el pueblo de la Palabra, de Cristo.
Recordémoslo: no sirve (ni a nosotros, ni a otros) ser el Pueblo del Libro, sino de
la Palabra, que se hizo carne (humano) para hacer de nosotros seguidores suyos.
“La Palabra de Dios es viva y eficaz”
"La Fe es por el oír, y el oír por la Palabra de Dios"
Romanos 10, 17
Autor: Daniel Klenovsky
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